jueves, 14 de febrero de 2013

LA FÓRMULA DEL ÉXITO (La One)

Los casinos de Las Vegas son casi todos temáticos y aunque al pie de una de las torres del Sahara hay un bar dedicado a la Nascar, no hay ninguno mimetizado al modo de la Fórmula 1 a pesar de su enorme paralelismo. Cada año millones de turistas de todo el planeta acuden a la Ciudad del Pecado en un intento vano de reventar las ruletas, pero a pesar de que muchos lo consiguen, los casinos siguen allí… porque siempre ganan. Esa misma ecuación es aplicable a la empresa que gestiona la F1; no solo es inmune a la crisis sino que crece a razón de un 10% anual. Se duplica aproximadamente cada década.

La competición más rápida del orbe no se creó por generación espontánea sino que es el resultado de una concatenación de acertadas jugadas en diversos planos de la realidad (contable). Nacida en los años 50 del siglo pasado, fue poco más que unas reuniones de colegas que se juntaban para correr; no era aún una industria. A finales de los 70 Bernie Ecclestone, un agudo director-propietario de escudería, empezó a crear lo que es esto hoy al aceptar hacerse cargo de los viajes y el transporte internacional, un verdadero golazo del que el resto de directores de equipo no querían ni oír hablar con tal de concentrarse en sus autos. Desde entonces “Mr. E” se fue haciendo con parcelas de poder hasta manejarlo absolutamente todo.

¿Querés organizar una carrera? Es muy fácil. Necesitas pocas cosas: unos 40 millones de euros para abonar el canon, una pista, una infraestructura hotelera digna alrededor y convencer a Bernie de que sos de confianza. Si cumplís estos requisitos, podrás montar el Gran Premio de Santa Fe (o Rincón). El inglés solo te preguntará dónde está el enchufe de la corriente y él se encarga del resto a excepción de la promoción del evento. La ecuación es sencilla: a más gente, más entradas vendidas, y harás más caja. Fácil, ¿eh?
Hay lugares míticos, como Mónaco, que no paga nada por recibir la F1, o Monza, cuya factura no llega a los 10 millones de euros, pero a las pistas llegadas recientemente se les pasa la gorra en cifras que rondan esos 40 millones con un incremento anual que suele ser del 10%. Debido a lo abultado de las cuantías, es muy raro que empresas privadas se hagan cargo de montar un circo de estos, así que esta responsabilidad suele caer directamente sobre gobiernos, de ahí que Ecclestone tenga línea directa con reyes, presidentes de gobierno o primeros ministros. Ese es su mercado potencial, los que mandan de verdad. Su destino: países emergentes (Rusia, México), otros que tienen pasta pero son perfectos desconocidos en el resto del mundo (Abu Dhabi, Bahréin) o los que quieren revitalizar zonas y áreas sin demasiado valor que de golpe lo adquieren (India, Corea).

La segunda fuente de ingresos, otro tercio, proviene de las diversas televisiones que retransmiten las carreras. Si sos el propietario de una cadena y queres ofrecer a tu público las carreras, pagas un canon que varía dependiendo de tu mercado potencial, el número de gente que se sienta ante tu pantalla, y curiosamente, tenes algún incremento si algún piloto es de tu país y le va bien. Eso es señal de que te irá mejor.
En 2013 todo esto es más complicado. Hay menos anunciantes, los spots se cobran más baratos y el dinero no fluye igual. Pero Bernie pasa su gorra igualmente, su espectáculo nunca se para… ni su caja registradora. La tele que no paga apenas recibe un pequeño resumen de minuto y medio que solo pueden utilizar en programas informativos, pero si sacas la billetera podes hacer prácticamente lo que quieras.

La tercera ventanilla del negociado es la publicidad, y no las del eco mediático que proporciona un evento de calibre planetario, sino la de los letreros visibles en cada pista. En el momento en que FOM (Formula One Management) pone sus pies en un circuito, todo es suyo, desde las oficinas hasta la publicidad permanente del recinto que queda tapada, cubierta, eliminada. Si no pasas por caja, olvidate de asomar en su jardín. Todo está muy medido y en lugar de desparramar todo tipo de anuncios de manera anárquica por donde pasan los coches, lo que se hace es que se tematizan zonas de la pista de manera que cuando una cámara apunta a una curva, solo se ve a un anunciante, desde abajo y hasta la parte alta de tu pantalla. Para ello, la TV tiene prohibido poner sócalos, textos que se mueven por abajo o nada que no sea exclusivamente lo que Bernievisión retransmite; para poner tus anuncios, tenes que ir al corte.
Otra forma de patrocinio es la de poner TU nombre a un Gran Premio. A cambio de 2,5 millones de euros podes convertir a Vettel en un perfecto trípode de tu logo en el pódium. Entrarás en la historia gráfica del deporte de manera inevitable.

La cuarta fuente de ingresos de la F1 es esa especie de garita VIP que suele estar colocada encima del edificio de boxes. A cambio de una media de 3500 euros, tenes acceso a la mejor de las visiones. El precio varía según la demanda del lugar, y los más caros son los de Abu Dhabi, que rondan los 4500 euracos. En Mónaco no están a la venta, pero ahí tenes una opción aún más cara: alquilar un megayate-dormitorio.


La cuenta es sencilla; si vendes productos megapremium como jets privados, yates de más de 100 metros o islas caribeñas este es tu coto de caza. Asistir a todo trapo a todo un Mundial te puede salir por 100-120 mil euros, pero basta con que vendas un cuadro de Picasso para que con la comisión te pagues diez temporadas viendo las carreras como un rey. Pensalo, es una inversión y tu beneficio colateral no te lo podrá quitar nadie. Pero no olvides que Bernie, el Gran Hermano de la Velocidad, te estará observando. Podrás hacer tu negocio, pero si verdaderamente querés colocar lo tuyo, hablá con él, dale su parte y te llevará a darle la mano a aquellos árabes del fondo a los que al caminar les ponen billetes de 500 para que no toquen el impuro suelo. Esos te comprarán y Ecclestone sonreirá de medio lado mientras agita unas monedas en el bolsillo de sus pantalones negros y da instrucciones por ahí. Al final, como en los casinos de Las Vegas, la banca nunca pierde.

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