Las redes sociales son una caja de sorpresas. Una de las
últimas novedades es BotAdot5, un personaje que se dedica a imitar a las
estrellas de la NBA, algo que le sale tan bien que lo convirtió en uno de los
fenómenos virales del momento.
En esta oportunidad, el "artista" estadounidense
se encargó de Manu Ginóbili. Exageró al máximo sus movimientos despatarrados,
copió algunos gestos y celebraciones y los llevó al extremo. ¿Qué te parece? Al
bahiense, por lo pronto, le gustó, y en un tuit le respondió: “¡Gran trabajo!
Me encantó!”
Los seres humanos parecen encontrar cierta fascinación al
observar a dos congéneres pegarse hasta perder el aliento y, por qué no, algún
que otro diente. El séptimo arte no es ajeno a esta conducta que saca a relucir
el instinto más salvaje y animal del hombre y, a lo largo de décadas y décadas,
ha construido no sólo un género en sí mismo, sino todo un movimiento dentro de
la cultura popular en base a sus grandes películas de boxeo. Historias de
redención, ascenso y caída, que suelen retratar las miserias más profundas de
sus protagonistas y los golpes más certeros.
Raging Bull, con Robert De Niro
Con el estreno de “Revancha” (Southpaw, 2015),
tenemos la excusa perfecta para listar los mejores dramas pugilísticos
(complicado hacer una comedia al respecto, al menos que se trate de Charles
Chaplin) que han marcado a generaciones a fuerza de cross, jabs y ganchos
derechos.
10: EL LUCHADOR (CINDERELLA MAN, RON HOWARD, 2005)
Russell Crowe, Renée Zellweger, Paul Giamatti, Craig Bierko
y Paddy Considine protagonizan esta biografía inspirada en la vida del campeón
mundial de los pesos pesados James J. Braddock, boxeador profesional que tras
perder su fortuna durante la crisis del ’29 y la posterior Gran Depresión, debe
dedicarse a trabajos menos glamorosos como ser estibador en el puerto, mientras
su familia vive en la miseria. Pero su manager sigue creyendo en él y, a pesar
de que ya no es un pibe, lo impulsa a volver al ring y aprovechar una segunda
oportunidad para volver a la cima de su carrera.
9: ALI (MICHAEL MANN, 2001)
Will Smith se pone serio y, de la mano del siempre magistral
Michael Mann, protagoniza esta biografía centrada en la leyenda del boxeo
Cassius Clay, también conocido como Muhammad Ali. Will se lleva su primera
nominación al Oscar interpretando a este ícono en el período que va entre 1964
y 1974, la obtención del título en la categoría peso pesado, su conversión al
Islam, la oposición a la guerra de Vietnam, su proscripción del boxeo y su
regreso para combatir con Joe Frazier en 1971. Atestiguamos su vuelta a la
gloria en medio de los turbulentos cambios sociopolíticos de los Estados
Unidos.
8: HURACÁN (THE HURRICANE, NORMAN JEWISON, 1999)
Denzel Washington se pone en la piel del boxeador Rubin
“Huracán” Carter, un joven afroamericano que logró superar sus turbulenta
juventud y casi convertirse en campeón de peso mediano. Su carrera se ve
interrumpida al ser acusado de triple asesinato y enviado a prisión a cumplir
tres cadenas perpetuas consecutivas. Durante casi veinte años de
encarcelamiento luchó contra la sentencia, para que su caso sea reabierto y así
probar su inocencia. La película recorre el periodo entre 1966 y 1985 y, en una
trama paralela, también tenemos a un humilde jovencito de Brooklyn que, tras
leer su biografía, se interesa por el destino de este desconocido y convence a
sus familiares a comprometerse con este caso lleno de prejuicios.
7: GIRLFIGHT, GOLPES DE MUJER (GIRLFIGHT, KARYN KUSAMA,
2000)
La directora y guionista Karyn Kusama, así como Michelle
Rodríguez, debutan con este pequeño drama independiente que acumuló
varios premios en festivales como el de Sundance y Cannes, llamando la atención
de los críticos y el público. Diana Guzmán (Rodríguez) es una adolescente
problemática que decide canalizar su agresión entrenando para convertirse en
boxeadora, a pesar del escepticismo de un padre abusivo y de la mayoría de los
entrenadores de un deporte dominado por el sexo masculino.
6: EL GANADOR (THE FIGHTER, DAVID O. RUSSELL, 2010)
Las familias, para bien o para mal, juegan un papel
primordial en las carreras de estos muchachos y muchachas que se ganan la vida
a puñetazo limpio en el ring. Así lo demuestra David O. Russell con este drama
biográfico centrado en los primeros años profesionales del “Irlandés” Micky
Ward (Mark Wahlberg), campeón de peso welter oriundo de Lowell (Massachusetts)
que, no solo debe sortear las dificultades de la vida de clase media baja, sino
a una madre sobreprotectora (Melissa Leo) que quiere controlar cada aspecto de
su vida y la conducta autodestructiva de un hermano (Christian Bale) que, a
pesar de que lo ayudó a entrenar a lo largo de gran parte de su carrera, casi
lo arrastra junto con todos sus problemas delictivos.
5: WHEN WE WERE KINGS (LEON GAST, 1996)
Este oscarizado y genial documental dirigido por Leon Gast
se centra en uno de los eventos deportivos más importantes del siglo XX, lo que
se dio en llamar “Rumble in the Jungle”, o sea, la pelea por el campeonato de
peso pesado organizada por Don King que enfrentó a los boxeadores Muhammad Ali
y George Foreman el 30 de octubre de 1974 en el país africano de Zaire.
Foreman, por aquel entonces campeón indiscutido, accedió a cruzar puños con
Ali, quien buscaba revivir su exitosa carrera tras varios altibajos.
4: MILLION DOLLAR BABY (CLINT EASTWOOD, 2004)
El siempre genial Clint Eastwood nos demuestra que el boxeo
no es solamente un deporte de machos. El guión, escrito por Paul Haggis y
basado en la novela “Rope Burns: Stories From the Corner” de F.X. Toole, narra
las vicisitudes de Frankie Dunn (Eastwood), entrenador veterano que, ya al
final de su carrera, decide ir en contra de todas sus convicciones y entrenar a
una jovencita con mucho talente para esto de las piñas con guantes. Hilary
Swank y Morgan Freeman se llevaron sus merecidas estatuillas doradas por este
dramón ganador del Oscar a Mejor Película y Mejor Director que, a pesar de los
que se esperaba, no reavivó el éxito del género pugilístico.
3: GATICA, EL MONO (LEONARDO FAVIO, 1993)
No hace falta ir muy lejos para atestiguar las miserias
humanas. Leonardo Favio se encarga de retratar el ascenso y caída de uno de los
más grandes exponentes del boxeo argentino, José María Gatica, desde su
infancia hasta su trágico (y prematuro) fallecimiento en 1963. Edgardo Nieva se
pone en la piel del pugilística a lo largo de su carrera, sus años dorados (más
allá de que nunca ganó un título), su coqueteo con la política del presidente
Perón y su posterior decaimiento, un desenlace natural a una vida plagada de
conflictos, carencias y excesos.
2: ROCKY (JOHN G. AVILDSEN, 1976)
Simplemente, la búsqueda del sueño americano plasmada en
esta historia de lucha que se ganó el cariño del público gracias a sus escenas
emblemáticas y sus frases para la posteridad. Sylvester Stallone se da el lujo
de escribir y protagonizar este clásico ganador del premio Oscar convertido en
una saga interminable que, acá, retrata la vida de Rocky Balboa, un
italoamericano de clase baja que trabaja para un prestamista de Filadelfia.
Pero Rocky tiene talento para el boxeo y se le cruzará una oportunidad única de
combatir por el título de los pesos pesados, nada ni nada menos que contra
Apollo Creed (Carl Weathers), el campeón del mundo.
1: TORO SALVAJE (RAGING BULL, MARTIN SCORSESE, 1980)
¿La mejor película de boxeo? ¿La mejor pelicula de Scorsese?
¿La mejor película de De Niro? Todo lo anterior, seguramente. El amigo Roberto
deja todo sobre el ring para interpretar la tumultuosa vida del joven boxeador
ítalo-americano Jake LaMotta que, con la ayuda de su hermano Joey (Joe Pesci)
logra hacer realidad su sueño de convertirse en campeón de peso mediano. La
fama y el éxito no vienen solos: el temperamento, la conducta autodestructiva,
los celos, las infidelidades y los contactos mafiosos empujaran a Jake hasta lo
más profundo del abismo.
Un material imperdible, donde los integrantes del equipo
campeón olímpico en Atenas 2004 recuerda cómo transitó el torneo.
Faltaban pocas horas para la final olímpica. Los
argentinos estaban ante uno de los desafíos más importantes de su historia, a
sólo un juego de obtener una medalla dorada. La ansiedad no los dejaba dormir,
eran doce muchachos ansiosos por saltar a la cancha. Entonces, no tuvieron
mejor idea que salir a trotar por la Villa Olímpica de Atenas 2004 para
descargar energías. O para dejar en claro que estaban listos para alcanzar la
gloria.
"Estaban todos (los jugador italianos) viéndonos desde
un balcón, y pasamos corriendo... como diciéndoles: ven que nos sobra, mañana
los comemos", recuerda Carlos Delfino.
Como esta, muchas de las historias que protagonizaron los
integrantes de la Generación Dorada se puede ver y conocer en un documental que
emitió el último miércoles Espn, denominado el Camino Dorado.
Desde la primera explosión, con la victoria ante Estados
Unidos en el Mundial de Indianápolis, pasando por la frustración de perder la
final de ese torneo con Yugoslavia, hasta la consagración absoluta con la
corona de laureles y la presea dorada en Atenas, todo, en un documental
imperdible.
Un número 5 debe jugar con una serie de premisas en mente:
Jugar simple. Nada de gambetear, meter pases-gol y otras cuestiones. Todo ello
el 5 lo puede hacer y lo hará en algún momento, pero luego de cumplir todas las
premisas. Como decía mi papá: “primero lo primero“. Y lo primero es jugar
simple. […]
Un número 5 debe jugar con una serie de premisas
en mente:
Jugar simple. Nada de gambetear, meter pases-gol y
otras cuestiones. Todo ello el 5 lo puede hacer y lo hará en algún momento,
pero luego de cumplir todas las premisas. Como decía mi papá: “primero lo
primero“. Y lo primero es jugar simple. El resto llega solo, aparece solo,
se da solo. Pero recordalo: el 5 tiene que jugar simple.
Jugar detrás de la línea de la pelota. Tanto en
defensa como en ataque, el 5 tiene que estar preparado para recibir la jugada
de frente. Siempre de frente. La cola mirando siempre al arco propio. “Siempre
de frente” significa nada menos que “siempre de frente”.
El 5 elabora juego, no jugadas de gol. Para meter
pases gol está el enganche. El 5 tiene que darle criterio al toque y
dominar la situación a partir de la tenencia y distribución de la pelota. Un
equipo que necesita del 5 para meter un bochazo de gol no es un buen
equipo. Por alguna razón, no siempre se tiene en mente que el 5 está para
distribuir juego, para dar ese pase simple, al que tiene el mismo color de
camiseta que él. Y que, a partir de eso, se genera juego. Se genera muchísimo
juego a partir de dos o tres pases al compañero…
Jugar a uno o dos toques. No más, no es necesario.
Pero siempre con criterio. Si no podés jugar a uno o dos toques, practicalo.
Para eso existe la práctica: para aprender o mejorar lo que uno no sabe hacer a
la perfección. Llega la bocha, la paro, levanto la cabeza (pero ya sabiendo
dónde están dos o tres compañeros) y la doy. Llega la bocha, la paro, levanto
la cabeza y la doy. Nada de llevar la pelota a domicilio. El 5 no tiene que
trasladar nada.
Si viene la pelotita de un lado, hay que mandarla para el
otro. Al menos tener eso en mente y luego elegir cuál es la mejor opción. Y
para tener eso en mente, dos cosas son fundamentales: el amague (o amago) y
saber parar la pelota. Tener siempre presente el concepto del amague: puede ser
a partir de mirar para un lado y darla al otro, a partir de inclinar el cuerpo
para el lado desde donde viene la pelota y cuando está llegando acompañarla en
la dirección hacia donde va y salir jugando para el otro lado, etc. Pero en la
mente del 5, siempre (siempre significa siempre) se debe saber qué pasa del
otro lado del campo. Y para saber qué pasa del otro lado, se vuelve al punto 2:
recibiendo la jugada de frente (con la espalda apuntando al arco propio) es más
fácil tener el panorama necesario.
El 5 se hace figura con el tiempo. A diferencia del
delantero o del enganche (que basta con que hagan un gol o metan un lindo
firulete), el volante central tarda más tiempo en ser reconocido como un
jugador importante. Paciencia, porque los que conocen de fútbol se dan cuenta
inmediatamente de cómo jugás. Y los que no conocen tanto, se irán dando cuenta
con el tiempo. Mientras tanto, quien juega con tales premisas en mente va a
descubrir que de repente las jugadas se hacen solas, se forman solas. Cuando sientas
que tenés el control absoluto del partido (aun sin meter el gol por tu cuenta)
es porque estás formándote como un gran 5. Y todos, absolutamente todos,
terminaremos aceptando que el número 5 es el jugador más importante del
equipo…