En primer lugar, pido perdón si este texto se me ha ido de las manos. Por deformación profesional tiendo a relacionar, en muchas situaciones de la vida cotidiana, conductas que aparecen en el fútbol y viceversa. Algunas de ellas son descartadas al momento puesto que soy consciente que la imaginación está jugando conmigo. Pero, otras veces, lo que la mente me propone es bastante coherente y merece la pena reflexionar un poco sobre ello. Hecha esta pequeña introducción, expondremos una conexión que existe entre el fútbol y el ajedrez. Siendo sinceros, mi experiencia en el mundo del ajedrez es casi nula, ya que no suelo jugar. No obstante, aquellas veces que se ha dado la ocasión acabo pensando que es un juego muy completo, interesante e ingeniosamente elaborado. Una partida resulta gratificante por su complejidad ypredominio cognitivo.
“Existe complejidad mientras sean inseparables los componentes diferentes que constituyen un todo y haya un tejido interdependiente, interactivo e interretroactivo entre las partes y el todo y el todo y las partes”.
(Morín)
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El ajedrez es un juego donde la comprensión contextual de lo que sucede, así como las relaciones que se establecen entre los movimientos y las características de nuestras piezas y las del rival, es determinante a la hora de tomar una decisión. De este modo, la dinámica del ajedrez comparte muchas similitudes con lo que sucede en el fútbol y son fácilmente transferibles al deporte colectivo por excelencia. Aunque se trate de un juego por turnos, donde un movimiento antecede a otro, no podemos entenderlo de manera lineal, ni mucho menos reducir las situaciones que se dan para analizarlas y tomar la decisión que creemos más acertada. Tanto el fútbol como el ajedrez, por su propia estructura y funcionalidad, están caracterizados por la imprevisibilidad y la retroalimentación de todo lo que lleva integrado. Estamos hablando de juegos sistémicos de gran complejidad.
“En el planteamiento sistémico las propiedades de las partes sólo se pueden comprender desde la organización del conjunto, no se concentra en los componentes básicos, sino en los principios esenciales de organización. El pensamiento sistémico es contextual, en contrapartida del analítico. Análisis significa aislar algo para estudiarlo y comprenderlo, mientras que el pensamiento sistémico encuadra ese algo dentro del contexto de un todo superior”.
(Capra)
“No podemos desmontar un piano para ver el sonido que produce”.
(O’Connor y McDermott)
A continuación se expondrán algunos ejemplos que a mi modo de ver ilustran esta conexión. No pretendo explicar en detalle cómo funciona el juego ni dar ningún tipo de lección puesto que, como ya he comentado antes, no tengo apenas experiencia en ello y no me considero nada indicado para hacerlo. No se descarta que existan muchas otras aproximaciones que no sean mencionadas y, a la vez, también existan otros elementos que quizá no compartan ningún tipo de relación.
Primeramente, tenemos un conjunto de piezas: cada una de ellas tiene una posición y capacidades dentro del terreno de juego, de forma similar a los jugadores de un equipo de fútbol, los cuales tienen distintas características y en función de la posición que ocupan son potencialmente sensibles a unas conductas determinadas. Del mismo modo, existe un equipo rival, con los mismos eficientes en número y característicassobre el terreno de juego.
“El método lo pone el jugador, que en función de sus posibilidades y sus capacidades queda posibilitado para hacer una serie de cosas e imposibilitado para otras”.
(Juan Manuel Lillo)
En este sentido, se libra una competición en la cual habrá un vencedor, de no ser que acaben en tablas. Es necesario destacar un elemento que difiere significativamente entre el fútbol y el ajedrez: en el ajedrez no hay balón. No obstante, el objetivo que persigue el ajedrez, como es progresar en el juego para llegar a destronar el rey del rival, genera una dinámica de juego similar al fútbol.
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En relación al terreno de juego, nos encontramos con un tablero donde deberemos gestionar el espacio adecuadamente si queremos superar al rival. Un tablero donde la distribución racional del espacio en profundidad y en amplitud, teniendo en cuenta las fichas de las que disponemos, será determinante para generar ventajas en el juego. No se trata de mover piezas por mover; cada movimiento debería tener una intención para generar algo que nos acerque a nuestro objetivo: desmantelar al rival. Aquellos que muevan las piezas sin sentido, o sin una intención táctica detrás, rara vez serán recompensados. No por movernos más generaremos más; de hecho, hay piezas que se quedan en un mismo sitio durante un largo período de la partida puesto que en ese lugar desactivan muchos movimientos del rival o nos facilitan la ofensiva a nosotros.
”No es cuestión de correr o no correr. Es cuestión de correr bien. A veces, si corres mal es incluso peor que si no haces nada”.
(Cesc Fàbregas)
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Asimismo, también podemos hablar de estilos, ninguno de ellos más valido que otro si todos son ejecutados correctamente. Aquí entrará en juego la relación que queramos entre eficacia y eficiencia a la hora de progresar en el juego. ¿Queremos desgastarnos más rápido pero ir a por el objetivo de inmediato? ¿Nos interesa controlar el derroche de piezas para tener más efectivos a lo largo de la partida? ¿Qué riesgo y qué beneficio me aporta una decisión? Cada uno con su estilo luchará para ganar la partida. Un juego más paciente y elaborado, en busca de una situación con clara ventaja para atacar. O bien, un juego más directo, progresando más vertical en contraste al riesgo que tenemos de perder más piezas. Aquel que quiera ser más directo deberá lidiar con el riesgo de perder más piezas, como en el fútbol se pierden balones. No obstante, si da con los movimientos adecuados, puede hacerse con la partida en pocos movimientos. Por otro lado, aquel que apueste por un juego más elaborado se asegura progresar con el control sobre la pérdida de sus piezas, pero deberá tener paciencia para que aparezcan las situaciones óptimas para desplegarse. En relación a estilos, es evidente que habrá quien apueste por ambos a la vez, bien porque su juego es mixto, bien porque estratégicamente así lo siente, dependiendo de la evolución de la partida o el planteamiento del contrincante.
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En el ajedrez, como en el fútbol, no se puede dejar de pensar. Constantemente debemos comprender lo que está sucediendo en el juego. Si entendemos lo que sucede, podemos dominar el juego y anticiparnos a los movimientos del rival; si no es así, es posible que el rival lleve la iniciativa de la partida. En este caso seremos esclavos de sus movimientos y no podremos más que ser reactivos a lo que el rival propone.
“Se puede dejar de correr, o dejar de entrar en juego durante largos minutos; lo único que no se puede dejar de hacer es pensar”.
(Cappa)
“La velocidad del cerebro es más importante que la de las piernas”.
(Xavi Hernández)
Retomando la gestión del espacio, nos encontramos con un tablero, donde podemos diferenciar tres carriles de juego. Un carril central y sus respectivos carriles laterales o bandas. En nuestras manos está salir por espacios laterales o espacios interiores. Tal y como entendemos en fútbol, apostar por un juego interior suele ser más interesante, puesto que es el camino más rápido a portería. En el caso del ajedrez, podríamos decir que es el camino más rápido hacía nuestro objetivo más preciado, el rey, el cual inicia la partida junto a la dama en una posición centrada. Es importante destacar también que en el juego interior hay múltiples salidas y líneas de pase si lo comparamos con el juego en un lateral, donde el límite del campo nos cierra muchas posibilidades de actuación. Algo similar pasa en el ajedrez si decidimos acumular piezas en espacios interiores. Sus movimientos tendrán mucho más rango de actuación en ataque, y desde una perspectiva defensiva ocuparemos el carril central obligando al contrincante a salir por espacios laterales del tablero, mucho menos peligrosos en la mayoría de los casos.
Para ello, es indiscutible tener en cuenta las capacidades de las piezas con las que deseamos actuar. Es evidente que no es lo mismo ocupar un espacio interior con una dama, la cual tiene un rango de movimiento en todas direcciones, algo así como situar a Andrea Pirlo o el citado Xavi Hernández con su capacidad visual y su facilidad para encontrar líneas de pase desde esa posición, que con una de las torres, pues entonces deberemos comprender que su capacidad nos limitará el juego. En este caso, la normativa nos dice que una torre es incapaz de atacar espacios en diagonal. De esta manera, a mi modo de entender, puede ser perjudicial dado que desde esa posición encontrar diagonales puede ser más que determinante.
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Otra idea que aparece en ambas disciplinas trata de la intención de desplegar las piezas en el inicio del juego, es decir, los primeros turnos de la partida. En relación a este concepto podemos decir que el hecho de abrir el campo es esencial para generar espacio aprovechable para esa misma pieza o bien otras que deseemos mover en futuros turnos. Muy relacionado con el fútbol, donde los jugadores deben profundizar y a la vez permanecer en amplitud para separar al equipo rival y disponer de espacio que posteriormente será aprovechado.
Si no damos amplitud y profundidad en los primeros movimientos de la partida, en la medida de lo posible, el rival se desplegará y restringirá muchas de nuestras opciones, viéndonos estancados en nuestro propio espacio inicial. Algo así suele suceder cuando queremos atacar de forma organizada en el fútbol y no abrimos el campo: sin espacio todo se complica. Si no somos capaces de generar el mencionado espacio de actuación, posiblemente estaremos defendiéndonos solos. En este caso, la aventura en busca del gol, es decir, del rey rival, se verá desactivada ante la necesidad de proteger nuestras fichas más valiosas de un inminente ataque.
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En el ajedrez, como en el fútbol, es fundamental saber engañar a nuestro oponente. De modo que muchos de nuestros movimientos se fundamentarán en la intención de atraer al rival o moverlo con el fin de desorganizarlo y poder desmontar su entramado defensivo. Para ello, se pueden mover piezas que inciten al rival a salir a por ellas y así habilitar otros espacios que nos interesan atacar. Algo parecido a una conducción de balón para atraer defensas y jugar con el hombre que queda liberado o bien, si me apuran, un punta que viene a recibir al pie para que el defensa central lo siga y el mediapunta pueda aprovechar ese espacio posterior que desocupa el mencionado central. En este mismo sentido, en el ajedrez podemos sacrificar piezas por el bien colectivo y por querer generar una situación óptima para atacar o defender.
“No toques si no buscas generar nada”.
(Juan Manuel Lillo)
Otra particularidad que es totalmente transferible viene relacionada con las fases del juego. En el fútbol tendemos a dividir el juego en distintas fases para lograr entender mejor lo que sucede en cada una. No obstante, somos conscientes de que a la hora de jugar y entrenar se trata de un juego global y sistémico que debe de entenderse como un todo. Asimismo debe entenderse también el ajedrez. Las distintas fases de juego no se pueden desarticular. El ataque y la defensa son indivisibles al estar íntimamente relacionados. Mientras atacamos debemos defendernos y mientras defendemos debemos estar atacando simultáneamente. Parece simple, ¿no? En la práctica no lo es tanto.
“No consigo disociar dónde comienza la organización, si en la defensa o en el ataque. No consigo analizar las cosas de esa forma tan analítica”.
(José Mourinho)
Cuando defendemos hemos de pensar en aquellos movimientos que, al mismo tiempo, nos permitan atacar mejor. De igual manera, cuando uno ataca debe tener la seguridad de estar defendiendo a la vez. En el momento de mover una pieza tengo conciencia de que está bien protegida por otras piezas de su alrededor y, a la vez, facilita los movimientos a otra que ahora se ve respaldada.
“El juego es una unidad indivisible, no hay momento defensivo sin momento ofensivo. Ambos constituyen una unidad funcional”.
(Juan Manuel Lillo)
En relación a este último párrafo, si consigo atacar y defender como un todo, mantendré las líneas juntas o al menos relacionadas, es decir, formarán una unidad funcional. El hecho de componer una unidad funcional facilitará más ayudas entre las piezas al verse protegidas por las otras fichas del equipo. Aunque estamos haciendo referencia al ajedrez, podríamos, sin ningún problema, estar hablando de las coberturas en el fútbol y la importancia de juntar líneas para estar en disposición de ayudar al compañero del equipo si se ve superado.
Tal y como vamos exponiendo, comprender el juego resulta un aspecto fundamental para obtener un buen rendimiento tanto en el fútbol como en el ajedrez. En este sentido, si en el juego de mesa ambos jugadores comprenden lo que sucede en el tablero, se dará la verdadera batalla de ideas e intenciones entre los entrenadores, o sea, los participantes de la partida. Aquel que comprenda mejor lo que suceda y mantenga la concentración ante la evolución del juego se acercará a la victoria.
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Finalmente, podemos hacer referencia a la concentración. Estar concentrado durante toda una partida no es tarea fácil para cualquier mente. Perder la concentración en algunas ocasiones nos jugará una mala pasada. Tomaremos decisiones incorrectas o no tan buenas al pasarnos desapercibidos aspectos del juego a los que no hemos prestado suficiente atención. Si hacemos referencia a la alta competición, los turnos se ven limitados por un período de tiempo dentro del cual se debe tomar una decisión y realizar un movimiento. De forma parecida en el fútbol, el tiempo y el espacio juegan un papel importante en la toma de decisiones. El constante procesamiento de la información y la consiguiente toma de decisiones están estrechamente contextualizadas en un período de tiempo breve que nos hace apresurarnos y, en muchas ocasiones, tomar una mala decisión.
“La diversidad de situaciones varía rápidamente y una decisión correcta deja de serlo en un brevísimo espacio de tiempo”.
(Gómez)
Errores que pueden condenarnos al fracaso ya que, en un mundo sistémico, un simple desajuste puede desequilibrar el todo. Tal y como sucede en nuestro querido fútbol, un juego que no entiende de merecimientos, un juego de errores donde ganará el que aproveche más y conceda menos.
A modo de desenlace, quiero comentar que se han expuesto algunos aspectos que veo transferibles y creo que pueden ser interesantes si algún futbolero dedica algo de tiempo al ajedrez. Es más, ¿por qué no promover este tipo de juegos con los más jóvenes? Podría ser de gran ayuda para educar las mentes en la complejidad y alejarnos del habitual uso del reduccionismo en contextos donde este paradigma no es el más indicado.
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“Un todo produce cualidades que no existen en las partes separadas. El todo no es nunca únicamente la adición de las partes. Es algo más”.
(Morín)
“Nuestra construcción del cerebro no es piramidal, no nos construimos como un edificio, nos construimos como una red”.
(Juan Manuel Lillo)
Para acabar, me gustaría mencionar que no he querido profundizar demasiado en el tema y desconozco si alguien más ha escrito sobre la consonancia de estas dos disciplinas. Imagino que sí. Personalmente, solo quería exponer alguna pincelada sobre este pensamiento que me surgió al conversar con un buen amigo durante una partida de ajedrez. Una partida donde perdí por no prestar atención a muchas de las cosas expuestas anteriormente, entre otras tantísimas razones que seguro ignoro. De hecho, fue mi amigo quien, explicándome alguna idea a tener en cuenta, me hizo reflexionar sobre tales semejanzas. Gracias por vuestra atención y espero que a partir de ahora veáis el ajedrez desde otra perspectiva.
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